Sexto día
Nació en Oncativo en 1978. Vivió en Córdoba entre 1996 y 1999. Durante 2009 cursa las últimas materias de la Licenciatura en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Ejerció la docencia en la ciudad de Oncativo. Obtuvo importantes reconocimientos por su labor poética y narrativa. Integró el grupo lietarario "El ojo del martes" y participó de la revista literaria "Literaturra".
En la actualidad, publica sus escritos en el blog "Che, Madame...", y su segundo libro, "Tabaco Mariposa" se encuentra en imprenta.


¿Cómo surgió tu participación en la editorial Caballo Negro?

Conocí a Alejo Carbonell el año pasado, en la feria del libro de Río Cuarto. En esa ocasión, él me invitó a participar de una clínica de poesía que había organizado en el Centro de Arte Contemporáneo. La modalidad era de cinco jornadas intensivas, una cada quince días, coordinadas por un escritor cada vez. Estuvieron invitados Damián Ríos, Irene Gruss, Diana Bellessi, Osvaldo Bossi y Daniel García Helder. La participación exigía enviar un corpus de textos para trabajar durante las jornadas, y yo envié parte de un poemario que tenía en proceso de corrección. Esto coincidió con que Alejo estuviese trabajando en su proyecto de creación de la editorial Caballo Negro, y en la búsqueda de obras que configuraran un abanico de estéticas que significaran un muestrario de lo que estaba aconteciendo a nivel literario no sólo en Córdoba capital sino también en el interior. Es así como llega a los cuatro primeros libros, entre los cuales están Sueño Americano, de María Teresa Andruetto; Vuelve, de Lucas Tejerina; Acuario de la morsa, de Silvina Mercadal, y Tabaco Mariposa, que es mi libro.



¿De qué manera se organizan los textos/poemas en la edición de este libro?

Creo que el libro podría ser dividido en tres partes. La primera contiene un conjunto de poemas con un profundo (así lo entiendo yo) contenido referencial. Un espacio íntimo en un doble sentido, exterior e interior; una descripción de lo familiar, de lo autóctono, pero desde una mirada de extrañamiento, también, donde procuré que confluyera la lírica, pero no exento de un (en ocasiones) crudo y áspero realismo.


La segunda parte juega más con un ámbito surrealista, donde ese espacio referencial de la primera parte aparece un tanto diluido, desvirtuado por una óptica en la que interviene lo onírico, el sueño, la visión. Y una tercera parte, que se desvía hacia otros temas, más universales si se quiere, pero en lo que yo estimo se puede advertir la misma impronta estética. De hecho, cuando lo pensamos con el editor, estuvimos de acuerdo en que ese clic en el libro iba a representar un espacio, un momento inesperado y, en tanto inesperado, creativo del lector en el encuentro con la obra. Ese quiebre es importante, porque genera una coyuntura que suaviza el "dramatismo" de la primera parte, y genera un contraste interesante con el surrealismo de la segunda. Es un juego que el libro propone y que cada lector verá luego si decide jugarlo o no.



¿Qué diferencias encontrás entre los criterios de esta edición y los de la edición de tu anterior libro?

La experiencia con cada uno de los libros fue radicalmente diferente. Las madres remotas fue publicado en ocasión de ganar un concurso organizado por editorial Cartografías en el 2007, para escritores menores de 35 años. Eso significó exponer la obra a un jurado y a sus valoraciones, y esa instancia, para alguien que escribió en soledad, es muy importante. En referencia al libro, yo tenía dudas respecto a su calidad y esperaba de los editores sugerencias respecto a cómo enfrentarme a la corrección de la obra antes de entrar a impresión, pero los editores consideraron que mi criterio bastaba para corregir, en caso de que yo lo considerara necesario, de manera que la obra se imprimió tal como fue enviada a concurso. En ocasiones, la comunicación con los miembros de la editorial se hizo dificultosa, porque, por obvias razones de distancia, nos comunicábamos por e-mail y teléfono, y eso, aunque aportaba velocidad al cruce de información, quitaba calidad al diálogo. Sin embargo, puedo decir que actualmente mi relación con ellos es excelente, y que, una vez que rompimos la barrera de lo “virtual”, el diálogo se volvió más fluido, y lo que era una relación literaria se enriqueció con lo afectivo.


En referencia a mi segundo libro, el proceso llevó un año entero, y significó mucho aprendizaje que espero seguir capitalizando en el futuro. Alejo es un excelente compañero de diálogo, un gran amigo, y un animal literario con mucho conocimiento de la poesía moderna, contemporánea. Cada decisión fue hablada, pensada, se barajaron alternativas, se pensó mucho en la calidad de la obra, en ofrecerle al lector, pero también a nosotros mismos el mejor libro posible. Sabíamos, al empezar, que la consigna era esa, sacarle el máximo potencial a ese conjunto de poemas. Tuve la suerte, también, de contar con otros dos poetas maravillosos para ir desglosando el material hasta niveles microscópicos del significado: María Teresa Andruetto y Alejandro Schmidt, quien escribió la contratapa. Pero también no puedo dejar de mencionar a un grupo de poetas amigos que me aportaron su óptica, su constante apoyo y amor, sus ideas. Hablo de Jorge Naparstek, Alejandra Baldovín, Carla Slek, Victoria D’Antonio, Martín Araujo, Liliana Aguilar Orantes. Y también hablo de diseñadores, y de todos los que estuvieron apoyando este libro, por el cual me siento tan feliz porque ha sido fruto de un hecho colectivo.



¿Qué significó tu participación en un grupo literario ("El ojo del martes") en lo que respecta a la tarea creativa?

“El ojo del martes” fue un punto de anclaje y apoyo en un momento en que yo lo necesitaba. Yo no buscaba un taller literario, sino un grupo de lectura, y el eclecticismo de ese grupo, su radical heterogeneidad y un aspecto, si se quiere, picante y transgresor, fueron, para esa época, un espacio adecuado para mi adolescencia. Hoy ya no podría pertenecer a ese grupo en un sentido literario, pero seguimos siendo amigos con los integrantes, y participo con felicidad de los logros artísticos de sus integrantes.



¿Cómo interactúa esa modalidad grupal con la parte "solitaria" de la escritura?


La escritura no tiene partes solitarias. Toda ella lo es. Antes o después está la “socialización” de la escritura, y allí tienen lugar otros actos de creación. Tal la lectura, la apropiación, la parodia, el comentario, el ensayo, etc. Pero el acto de creación, el instante en que el escritor se enfrenta con el arco de sombra del que la palabra surge, es, siempre, un acto solitario.



¿Cuál fue tu experiencia con la escritura en otros géneros, como la narrativa o el teatro?


No he incursionado ni he intentado incursionar en el teatro, de manera que lo único que me vincula con ese género es la experiencia de la lectura. En referencia a la narrativa, estoy intentando escribir cuentos. Intentar es bastante para alguien que escribió siempre poesía. Yo pertenezco a la poesía, no al revés. Si me dedicara exclusivamente a la narrativa, creo que la impronta lírica sería muy evidente, como creo que lo es, en los dos o tres borradores que tengo dando vueltas por ahí.



¿Cuáles son tus proyectos para el 2010 en plano literario?


Bueno, recién estoy por presentar mi segundo libro en noviembre, por lo que no tuve tiempo, aún, de pensar cuáles van a ser mis proyectos. Sin embargo, te puedo decir al respecto que escribo con frecuencia, y que cada vez que termino una obra trato de desplazarme hacia un lugar nuevo, de incertidumbre e incomodidad escrituraria. Eso me sirve mucho en el sentido de no anquilosarme, de no volverme una copia de mí misma, un lugar repetitivo, común. Hablo de incomodidad porque es, en algún punto, intelectualmente doloroso y molesto correrse de un lugar de creación que se sabe que funciona. A veces, un poema te ofrece una clave para desarrollar una serie. Encontrás una veta, la explorás, la conocés, terminás identificándote con esa manera de escribir. Cuando comienzo a sentirme muy cómoda con esa forma, sé que debo girar, que debo hacer un pívot porque hay en eso un poder de la estructura a la que no quiero servir.


Che, Madame...



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